A la mayoría nos encanta colaborar con otras personas en un ambiente en el que se respire confianza y lealtad. Sin lugar a dudas, esta es la mejor forma de dar lo mejor de nosotros mismos sintiéndonos seguros y aceptados.
El cerebro social del ser humano está diseñado para conectar a nivel emocional con los demás miembros del equipo. La neurociencia, ha demostrado que los estados de ánimo se contagian y que ese contagio es la base del ambiente que se respira cuando se comparten proyectos(1) en lo que se suele llamar “la química del equipo”. También que la influencia del líder es especialmente relevante a la hora de contagiar estados de ánimo positivos y hacer que esa química fluya con naturalidad a nivel grupal. De ahí, la importancia de ser un buen ejemplo y fomentar la confianza para crear ambientes sanos en los que la complicidad sea la base si lo que realmente queremos es construir equipos comprometidos.
Pero hay que tener mucho cuidado porque los estados de ánimo negativos son extraordinariamente contagiosos y si no se actúa preventivamente, pueden ser la base sobre la que se construya la dinámica colectiva. En este caso, resaltar los errores más que los aciertos, utilizar la culpa cuando se cometen, o recurrir al pesimismo permanentemente para poner en alerta al equipo ante los retos a los que tiene que enfrentarse, son los ingredientes apropiados para debilitar su dinámica.
Por otra parte, la sincronización y la focalización mental del colectivo en torno al objetivo que se quiere lograr, son básicas para fortalecer la cohesión y el sentimiento de pertenencia. De tal forma que si la compenetración del equipo es buena y todos están sincronizados para dar los mejor de sí mismos a la hora de afrontar un reto, la respuesta colectiva será mucho más potente que cuando cada uno actúa de manera independiente.
Para lograr la conexión emocional que necesita el grupo, favorecer su sincronización en torno a la meta deseada y conseguir que la confianza sea el motor del colectivo, la actitud del líder es fundamental. Primero porque esa actitud es una potente fuente de energía y seguridad que alimentará al equipo para luchar por los objetivos y superar las adversidades. Segundo porque liderar implica ser la referencia y el espejo en que el que se miran los demás(2) y si el líder logra ser un referente positivo, se convertirá en una potente fuente de inspiración. Por esta razón, su forma de actuar es tan importante a la hora de crear la identidad del equipo y saber si ésta es ganadora o perdedora.
Pensemos en esos equipos deportivos que a pesar de ser inferiores física y técnicamente, son capaces de superar a otros muy superiores debido al nivel de cohesión que muestran y a la fe inquebrantable en sus propias posibilidades. Sin duda, la actitud del líder y la confianza del equipo en el equipo pueden ser dos factores determinantes para competir por encima de las limitaciones que imponen la técnica y la táctica.
(*) Texto extraído del libro escrito por Diego Peña “El Símbolo Secreto del Liderazgo. Talento y confianza para liderar equipos”.
Notas:
(1) Daniel Goleman (2016 y 2018) explica que el cerebro humano está diseñado para empatizar e interactuar con los demás. En este caso, las neuronas espejo nos permiten conectar con las personas con las que nos relacionamos hasta el punto de replicar sus emociones en nuestro cerebro. Sentimos lo mismo que sienten ellas. Asimismo, otras neuronas llamadas osciladores sincronizan el movimiento físico entre personas de manera inconsciente. Estos dos tipos de neuronas son las principales responsables de transmitir y contagiar los estados de ánimo entre seres humanos.
(2) Daniel Goleman (2016) explica que a nivel grupal, las personas que más capacidad de influencia tienen para contagiar sus estados de ánimo al resto del equipo son las que ostentan el poder.
Referencias:
– Peña, D (2024). “El Símbolo Secreto del Liderazgo. Talento y confianza para liderar equipos”. Madrid: Ediciones Pirámide.
