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Liderazgo responsable

La sociedad contemporánea en la que nos ha tocado vivir, hace que la labor del liderazgo sea especialmente importante para gestionar la diversidad y la necesidad de agrupar al mayor número de personas en torno a la búsqueda de propósitos comunes.

Vemos como los movimientos migratorios en el ámbito político o la globalización económica en el mundo empresarial, generan incertidumbre y desasosiego en una parte muy significativa de la población, haciendo necesario un liderazgo que facilite la integración de personas diferentes y la comprensión de fenómenos con fuerte impacto social y emocional.

Bajo nuestro punto de vista, uno de los errores más relevantes que han cometido las sociedades occidentales que surgen después de la 2ª guerra mundial, se basa en haber creído que la democracia es un bien dado y que por lo tanto, no es necesario tratarla con sumo cuidado y atención (ej.: corrupción, desigualdad, arbitrariedad, descalificación del oponente…). Pérez-Díaz (2008:23) nos recuerda que “la democracia liberal es un bien limitado, condicionado y frágil. Conviene saber sus límites, atender a sus condiciones y cultivarla para que se conserve, e incluso florezca… En cuanto a su fragilidad, la democracia liberal es una flor rara… en realidad son, en un sentido estricto, bastante recientes”.

Otro de los errores más importantes que hemos cometido, ha sido asumir que del sistema capitalista de mercado, sólo podíamos esperar prosperidad y crecimiento permanente de los estándares de vida, obviando la importancia que tiene educar a los ciudadanos en la gestión de la abundancia y en la aceptación de la escasez (no entendida como miseria, sino como menor disposición de bienes y servicios con relación a las épocas de crecimiento económico).

Si bien cuando la economía genera crecimiento y hay paz social ambos errores pasan inadvertidos, cuando sobrevienen las crisis asociadas a los sistemas sociales complejos(1) en los que vivimos (ej.: recesiones económicas, crisis bancarias, migraciones masivas…), estos pueden debilitar el propio sistema hasta poner en peligro su propia integridad y funcionamiento, por eso, para que el liderazgo sirva como piedra angular de nuestro sistema y garantice su propia perdurabilidad, su ejemplaridad es esencial tanto en las épocas de bonanza como en las de crisis.

Ya hace mucho tiempo, comprendidos que para conseguir objetivos que por su propia naturaleza, era imposible lograr de forma individual (ej.: suministrar bienes y servicios a la economía, garantizar la seguridad de una ciudad o de un Estado, construir grandes infraestructuras…) necesitábamos crear las organizaciones (empresariales, sindicales, públicas…).

También entendimos, que las reglas y procedimientos permiten funcionar a las organizaciones en determinados entornos, pero que, cuando es imposible responder a cierto tipo de acontecimientos mediante las normas de funcionamiento establecidas (ej.: la irrupción de una nueva tecnología de proceso productivo que cambia los estándares del sector, la migración masiva de clientes a un nuevo competidor o una catástrofe natural), es imprescindible que un individuo o conjunto de individuos, puedan tomar decisiones determinantes para evitar que la propia organización sucumba ante su incapacidad de atender a esas nuevas condiciones externas. Asimismo, sabemos hace tiempo que para que una organización cumplan con la misión para la que ha sido constituida (fabricación, prestación de servicios públicos o privados…), necesita ser dirigida y coordinada. Digamos que de estos requerimientos nace el liderazgo.

Cuando hablamos de liderazgo, solemos mencionar las características que identifican a un buen líder: visionario, motivador, inspirador, gestor emocional y situacional… pero a menudo obviamos su gran responsabilidad.

Sin duda, la labor del liderazgo es esencial en nuestra sociedad, ya que sin la misma, sería imposible aglutinar en una determinada dirección las aspiraciones, necesidades, requerimientos… de personas con sensibilidades, criterios y formas de pensar diferentes. Debido a este hecho, la responsabilidad del liderazgo ya sea empresarial, política… es enorme puesto que es depositario de la confianza de terceras personas, confianza que no puede ser traicionada mediante planteamientos engañosos o malas prácticas.

Evidentemente, nadie está exento de cometer errores y no poder cumplir con lo prometido, pero algo tan humano como errar en el pronóstico, cambia radicalmente si el plan inicial es deliberadamente pernicioso y lo que se promete es sencillamente irrealizable. Por eso, liderar es tan necesario como peligroso, ya que el camino elegido nos puede llevar a la tierra prometida o al desierto más árido.

Este aspecto es especialmente relevante, ya que el término liderazgo lleva muchas veces implícito un poder especial para conseguir objetivos extraordinarios. De hecho, creemos firmemente que para lograr metas sobresalientes como sociedad, necesitamos líderes que ilusionen y sean atrevidos, siempre que cumplan con su responsabilidad como depositarios de la confianza de otras personas.

En definitiva, el liderazgo responsable es esencial para transformar nuestra realidad mediante la racionalidad atrevida cuando planteemos los objetivos que pretendemos conseguir, la honestidad cuando comuniquemos las dificultades que necesariamente deberemos afrontar, la integridad cuando la posición que otorga el poder intente desviarnos de la virtud y la emocionalidad como catalizador para activar y motivar las conductas que permitan la consecución de las metas y objetivos que nos hemos propuesto lograr. También es fundamental para gestionar las sociedades multi-culturales en las que vivimos y las crisis que inevitablemente deberemos afrontar.

 

Notas:

(1) Según Nassim Nicholas Taleb y Mark Blyth(2) “Los sistemas complejos que han eliminado artificialmente toda volatilidad tienen a convertirse en extremadamente frágiles, por mucho que, al mismo tiempo, no representen riesgos visibles. De hecho, tienden a ser enormemente tranquilos y registran una variabilidad mínima mientras los riesgos se acumulan silenciosamente por debajo de la superficie”.

(2) Referencia extraída del artículo escrito por Michael Lewitt y publicado en el Periódico el Mundo el 1 de mayo de 2011 bajo el título “La estabilidad requiere volatilidad”.

 

Referencias:

– Pérez-Díaz, V (2008). El malestar de la democracia.

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