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La Revolución Tecnológica

Si revisamos nuestra historia más reciente, nos parecerá increíble comprobar el impresionante impacto que está teniendo la tecnología en nuestras vidas. Hace poco más de una década, no había prácticamente Smartphones en el mercado (el primer iPhone salió al mercado en 2007), la comunicación a través de las redes sociales como Facebook, Twitter o LinkedIn estaba en sus primeras fases de desarrollo y era marginal, el tamaño de Amazon en términos de ingresos era menos de una décima parte del actual, Airbnb (2008) o Uber (2009) estaban en fase de concepción, mientras el mundo se introducía de lleno en una crisis financiera y económica de una enorme magnitud. Desde entonces, mucho han cambiado ciertas cosas.

De vuelta a 2019, muchos de esos proyectos que en su momento fueron realmente innovadores y democratizaban lo que hemos acabado denominando como “revolución tecnológica”, han pasado a formar parte de nuestra vida, en ocasiones, de manera desordenada. Lo que en un principio parecía una apuesta por un mundo mejor sin prácticamente ninguna consecuencia negativa, ha creado importantes problemas de diferente naturaleza (fake news, acusaciones de manipulación a través de algoritmos avanzados, venta de datos personales a terceros sin conocimiento de los usuarios de redes sociales, etc.).

Evidentemente, pensar que el desarrollo tecnológico es perjudicial en sí mismo, es un gravísimo error puesto que tiene una enorme potencialidad para mejorar nuestras vidas en aspectos tan sensibles como la salud, la comunicación entre personas sin restricciones geográficas, la generación de energía “no” contaminante, etc.

Pero también pensamos que es erróneo forzar su implementación acelerada en la sociedad sin valorar en profundidad el impacto que puede tener sobre numerosas esferas de nuestras vidas la automatización de tareas, la sustitución del contacto personal por la interacción virtual o las decisiones tomadas por algoritmos sin intervención humana.

Creemos firmemente que necesitamos la tecnología para solventar los grandes problemas a los que nos enfrentamos como sociedad (cambio climático, agotamiento de los recursos naturales o desigualdades sociales). Pero también creemos que este desarrollo debe basarse en unas premisas claras, premisas que deben tener como base fundamental la mejora de nuestro bienestar como personas y la preservación de nuestro activo más preciado: la Tierra.

Debido a la magnitud y al impacto que la revolución tecnológica está teniendo y va a tener sobre nuestras vidas, el debate sobre los principios en las que queremos que se base su desarrollo, es inevitable y tendrá que producirse en un futuro próximo en toda su dimensión (política, social y económica).

A continuación podrás leer un extracto de mí último libro “Competitividad estratégica. Estrategia y digitalización en la revolución tecnológica”, publicado en abril de 2019:

“La unión de Internet y las energías renovables está provocando la 3er revolución industrial. En el siglo XXI, cientos de millones de personas generarán energía limpia desde sus casas, oficinas, y fábricas y la compartirán con otras personas a través de una red inteligente de distribución eléctrica, igual que la gente ahora crea y comparte su información en Internet”.

Rifkin (2011:36)

La cita de Rifkin nos introduce de lleno en uno de los fenómenos sociológicos y económicos más importantes de nuestro tiempo. Éste se basa en el impacto potencial que está teniendo y tendrá sobre nuestras vidas la 3ª tercera revolución industrial o revolución tecnológica. Para Rifkin (2011:1), “las grandes revoluciones económicas ocurren cuando nuevas tecnologías de comunicación convergen con nuevos sistemas energéticos”.

Recordemos que la primera revolución industrial (1760-1840) se fundamentó en la aparición de una serie de grandes innovaciones que cambiaron el paradigma económico de la época. Destacamos la generación de energía mediante el uso del carbón en diferentes industrias gracias a la máquina de vapor de James Watt, la difusión de la prensa escrita y la utilización del telégrafo como medio que mejoraba notablemente las comunicaciones a larga distancia.

De igual manera, “en la primera década del siglo XX, la comunicación eléctrica convergió con el motor de combustión interna alimentado por petróleo, dando lugar a la 2ª revolución industrial” Rifkin (2011:35). Esta revolución dio lugar a la era del petróleo como fuente principal de energía en el mundo, la electrificación de fábricas y ciudades, y la mejora de la comunicación mediante el uso del teléfono o la radio.

Actualmente, nos encontramos en medio de un fenómeno que se asienta sobre la utilización de internet como gran plataforma de comunicación y el desarrollo de toda una serie de nuevas tecnologías que generan energía de forma “no contaminante”, ambas sin duda, dejarán atrás la época del petróleo y el motor de combustión interna como los grandes pilares del desarrollo económico mundial.

Pero la nueva economía que se atisba en el horizonte, va más allá del binomio energía / comunicación y engloba a toda una serie de innovaciones que están transformando el mundo tal cual lo conocemos (inteligencia artificial, impresión 3D, realidad aumentada, cloud computing…). También toca ámbitos tan sensibles para las personas como la biología o el propio concepto de privacidad. Esta consideración ha llevado al presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab,  a calificarla en 2016 como la 4ª revolución industrial, denominación que ha tenido una aceptación generalizada:

“La cuarta revolución industrial…, no solo consiste en máquinas y sistemas inteligentes. Su alcance es más amplio. Al mismo tiempo, se producen oleadas de más avances en ámbitos que van desde la secuenciación genética hasta la nanotecnología, y de las energías renovables a la computación cuántica. Es la fusión de estas tecnologías y su interacción a través de los dominios físicos, digitales y biológicos lo que hace que la cuarta revolución industrial sea fundamentalmente diferente de las anteriores” (Schwab 2016).

Para evitar cualquier controversia sobre si nos encontramos inmersos en la tercera o en la cuarta revolución industrial, nosotros la denominaremos como revolución tecnológica.

Como en cualquier otra gran transformación social, hay agentes económicos que están a favor de difundir e introducir la tecnología en nuestras vidas con la mayor celeridad posible, valorando sólo los potenciales efectos positivos y no considerando los muchos efectos colaterales que un cambio de estas características lleva implícito.  Por el contrario, otros agentes económicos destacan los efectos no deseados de la revolución tecnológica y ponen en un segundo plano la capacidad que tienen las nuevas tecnologías para mejorar nuestras vidas.

Nosotros, nos hemos situado en un punto intermedio desde el que destacamos los enormes beneficios que la revolución tecnológica va a proporcionar a la sociedad y a la economía, advirtiendo también de las serias repercusiones que puede tener un fenómeno de esta dimensión si no se desarrolla bajo unas normas que tengan como propósito esencial, beneficiar a la humanidad y a la vida en nuestro planeta. También criticamos la urgencia que se le está intentando imprimir a este proceso desde diferentes ámbitos (empresarial, académico, etc.).

Referencias:

– Peña, D. (2019). “Competitividad estratégica. Estrategia y digitalización en la revolución tecnológica”. Madrid: Editorial Rama.

– Rifkin, J. (2011). “The Third Industrial Revolution: How Lateral Power is Transforming Energy, the Economy, and the World”. New York: Palgrave Macmillan.

– Schwab, K. (2016). “La cuarta revolución industrial”. Barcelona: Penguin Random House Group Editorial.

 

El experto en organización y estrategia Diego Peña, nos explica las claves de su nuevo libro: “Competitividad estratégica. Estrategia y digitalización en la revolución tecnológica”.

 

1 Commentario
  • Alfredo Coello Vazquez
    3:22 PM, 28 abril 2019

    Interesante artículo, de acuerdo con la importancía de trabajar tanto en los aspectos positivos como sobre todo los negativos que nos están llegando ya derivados de esta revolución tecnológica.
    Por otro lado, esta nueva revolución, por primer vez, puede utilizarse para concretar así como buscar soluciones a los problemas que ella misma genera, lease big data o IA. Cómo siempre! será al final como decidimos utilizarla lo que nos lleve a una buena gestión de la misma o no.

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