La enorme estandarización que está sufriendo la sociedad debido al uso masivo de la tecnología, y la dificultad para saber qué contenidos son de calidad en un mundo con una extraordinaria cantidad de información circulando permanentemente, son fenómenos que explican lo difícil que puede resultar comunicar las competencias, capacidades y habilidades que nos diferencian positivamente de otras personas.
Internet y las nuevas formas de comunicación de masas, han creado una ilusión comunicativa en la que mucha gente cree que por el mero hecho de darse de alta en la red social de moda, o colgar un vídeo en una plataforma virtual, van a lograr un tremendo impacto que los va sacar del anonimato para llevarlos directamente al éxito.
La banalización de aspectos esenciales en la vida de las personas (derecho a la privacidad, disposición de información veraz, etc.), junto con el deterioro de alguno de los valores que han servido de base para construir la sociedad del último medio siglo (colaborar para crecer o entenderse con el que piensa diferente), producen una creciente preocupación.
La búsqueda permanente de la felicidad como un fin en sí mismo o la aprobación externa como mecanismo para sentirse bien con uno mismo, son síntomas que indican la necesidad acuciante que tenemos para recuperar los valores humanísticos más genuinos. Lamentablemente, se está sustituyendo una forma de entender la sociedad basada en el esfuerzo y la obtención de resultados a largo plazo, por otra donde prima la satisfacción del momento y los estereotipos que más capacidad tienen para llamar la atención independientemente de la calidad del contenido que ofrecen.
Por eso, es esencial que en este mundo confuso, ambiguo, sensacionalista y que busca permanentemente la satisfacción inmediata, mantengamos nuestra esencia personal y basemos nuestra vida en unos valores que nos permitan crecer y mirarnos al espejo con consideración. Por supuesto, tratando a los demás con respeto y atención.
Valores y acciones del líder
Sin duda, la mejor forma de dirigir nuestra vida es liderándola y actuando con determinación y claridad de ideas. Para mí no hay mejor fórmula para enfrentarse a los miedos que nos atenazan y a los estímulos externos que nos llevan por el camino equivocado, que:
1 – Exponerse al fracaso, lo que no implica arriesgar el patrimonio familiar en un negocio incierto, sino fortalecer la mente con experiencias que nos puedan resultar poco agradables. Por ejemplo, buscando intencionadamente la desaprobación de personas que sean importantes para nosotros, o haciendo cosas que siempre hemos querido hacer, pero que por miedo a no quedar bien, nunca hemos realizado. Arriesgarse a ser uno mismo tiene riesgos incuestionables a corto plazo, también el premio de la libertad y la autoestima a largo plazo.
2 – Entender que la felicidad no es un fin en sí mismo, sino vivir de acuerdo a unos valores sólidos que nos ayuden a afrontar las dificultades de la vida y a saborear los buenos momentos que nos brinda. Estamos permanentemente recibiendo información sobre la obligatoriedad de ser felices a cualquier precio, pero la felicidad no es más que aprender a sentir el momento presente, a valorar los objetivos que logramos por pequeños que sean y a aceptar los fracasos.
3 – Comprender que las cosas no son como son, sino como creemos que son. La neurociencia nos ha enseñado que la realidad es una creación de nuestro cerebro(1) y que lo importante es cómo interpretamos las cosas que suceden en la vida. Por eso, es fundamental no dejarse atrapar por los dogmas que nos encierran en visiones estrechas sobre cómo es el mundo, y nos llevan a encasillar a las personas por su procedencia, por su forma de pensar, etc. en vez de valorarlas por lo que realmente son: personas.
4 – Interiorizar que no hay que rendirse, excepto cuando una retirada a tiempo es lo más razonable. Tener éxito en la vida es otro de los “valores” que se está estandarizando en la búsqueda permanente de la felicidad. Sin embargo, el éxito es subjetivo y depende de lo que signifique para cada uno de nosotros, es más, me atrevo a decir que el éxito es algo interno, no un premio externo que se consigue con dinero, fama, etc. De hecho, hay mucha gente que es tremendamente exitosa de cara al exterior pero que se siente enormemente desdichada.
5 – Dejar de buscar la aprobación externa como solución a nuestros problemas de estima. Somos seres sociales y gustar a los demás es importante para cualquier persona, pero el valor del individuo es intrínseco, está en su propia naturaleza. También es cierto, que no hay mejor forma de obtener la aprobación externa que valorándose bien y comportándose adecuadamente con los demás. Si pensamos en la gente que más admiramos, probablemente sean personas que se valoran a sí mismas.
6 – Dejar de pensar que el mundo funciona en nuestra contra cuando las cosas no van bien. Tener un buen planteamiento, esforzarse de manera continua, ser paciente y cuidar con mucho cuidado las relaciones con los demás, son las llaves que abrirán la puerta del futuro aunque en el presente, sea poco prometedor.
Debemos tener muy presente que la vida nunca va a ser como nos gustaría que fuera. Siempre habrá cosas que nos disgusten o que consideremos injustas. Tendremos conflictos y desencuentros con otras personas, no lograremos objetivos que consideramos importantes, nos sentiremos mal cuando el premio al esfuerzo tarde en llegar, etc. Por eso, es clave que cuando nos sumerjamos en el mundo que nos ha tocado vivir, lo hagamos teniendo como base unos principios sólidos que nos fortalezcan como individuos y que nos alejen de la influencia externa negativa. Uno principios que en definitiva, hagan florecer el líder que todos llevamos dentro.
Notas:
(1) Punset, E (2006) “El alma está en el cerebro”.
